domingo, 18 de junio de 2017


                                    De Acuna a Acuna .

Esta es como la carta que nunca pude escribirle a mi padre para decirle todo lo que siento. En uno de esos momentos de meditación cuando el alma parece poder comunicarse con el espíritu de los que tanto significaron para nosotros y que un día vieron su ciclo completarse para ir a un mundo distinto; así la mía, parece haber encontrado la oportunidad apropiada para dejar fluir todo el amor y respeto pero mas que todo la admiración por haber enfrentado la vida con determinación y sin quejarse por todos los sacrificios que fue necesario hacer para levantar un hogar y cumplir con la obligación que un día se contrajo.

A MI VIEJO.

Hola viejo!

Cuanto tiempo ha transcurrido desde la última vez que hablamos?, veinte años o quizá veinticinco; la verdad que nunca he llevado la cuenta; sin embargo un año mas o menos que importa, especialmente cuando se vive en la eternidad, verdad?
Sabes?, aún recuerdo aquellas pocas ocasiones en que se festejaba al padre en su día y yo llegaba a casa con un regalo barato, que casi siempre compraba con el dinero que mami me daba o que yo (ahora te lo confieso) sacaba de la caja de la tienda; de donde mas?, para verte sonreír y hacerte sentir apreciado. En nuestra familia numerosa, todos aportábamos lo que se podía, de acuerdo con la condición económica por supuesto. Generalmente, tratando de ser prácticos se llegaba a casa con una camisa, una corbata, un par de pantalones, algo que sabíamos que realmente necesitabas. En nuestro tiempo no existían tantos electrodomésticos, teléfonos celulares, ni radios desechables, todo tenía que durar mucho tiempo. Era necesario saber distribuir el dinero. Debía alcanzar para todos los gastos importantes.
Hoy se que te comprendo mejor, pues hace años mi juventud acabó y en el día del padre soy yo al quien llaman por teléfono para felicitar y desearle un feliz día. Pero no se trata simplemente de celebrar por un día; se trata de examinar todo el camino que nos trajo hasta aquí. Cuantas privaciones, que de esfuerzos, cuantas horas incontables trabajadas para llegar a casa con el pan de cada día. A propósito viejo, tu sabías que yo te admiraba tanto o más que hoy porque vi tu esfuerzo y fui testigo de tus sacrificios, desvelos, penas y alegrías; sin embargo cuando ya tu no estabas, me he enterado de algo que ha hecho que hoy no solo te recuerde con cariño y admiración, sino que llena mi corazón de lo que yo considero “el verdadero amor de hijo agradecido”
Un día de verano, hace pocos años mientras recorríamos una carretera de esas fantásticas de éste país, mi hermano mayor Antonio, a su manera y con sus expresiones particulares, nos contaba a mi otro hermano Hernán, su esposa y a mi, como hace muchos años todos los hermanos mayores se reunían en la calle para hablar y esperar tu regreso del trabajo. No perdían de vista la esquina por la que sabían que tu aparecías montando tu vieja bicicleta. Todas sus miradas se centraban en la parrilla o porta paquete de la parte trasera de tu bicicleta, siempre esperaban ver que ahí habría algo y sus caras se llenaban de alegría cuando había carga. Era, según contaba Antonio en éste viaje, pan endurecido que las monjas del convento en el que trabajabas te regalaban y que tu con mucho cuidado y cariño (y yo me imagino con tristeza) traías para completar la comida de tantas bocas que habitábamos aquella humilde casa. Yo fui el menor, por lo tanto no pude ver aquella situación, sin embargo recuerdo perfectamente el barrio y especialmente aquella esquina por la que creo que tu aparecías y no puedo dejar de imaginarme las veces que tu parrilla iba vacía y mis hermanos mostraban en sus rostros la tristeza y sus estómagos sentían más el rigor del hambre.
Viejo, gracias a Dios todo salió bien. Todos tus hijos crecieron para cumplir su misión de seres humanos honestos, útiles y trabajadores como tu. Tu fuiste la semilla que germinó y de la cual hoy se ven los frutos. Nosotros fuimos como el árbol que con sus ramas y frutos continuará prolongando la existencia del ser humano.
Escuchas? Viejo, mi querido viejo ahora ya camina lerdo, como perdonando al viento..Esta canción de Piero salió en los últimos años que yo habitaba en casa cuando era un joven lleno de sueños y salía al extranjero por primera vez con deseo de conquistar el mundo, de triunfar. Siempre que escuchaba esa canción, especialmente cuando ya me había establecido en Nueva York, la sonrisa que se asomaba a mis labios era la manifestación de alegría por haber tenido no solo un papá sino un padre de verdad; responsable, trabajador, sensible, pero mas que todo un hombre de familia dispuesto a hacer lo que fuera necesario para responder por la obligación que un día contrajo al unir su vida con una gran mujer, mi madre.
La mayor parte de mi vida ya pasó. Mis sienes están blancas, mi cuerpo poco a poco va perdiendo su forma y fortaleza. Ahora soy yo el que me veo reflejado en esa preciosa canción que evoca y pinta la figura del padre como un ser humano excepcional; sin embargo, creo que nunca fui tan especial, ni tan sabio como tu. Te extraño pero no con tristeza, sino con emoción pues se que verdaderamente fui un afortunado al ser tu hijo.
Si la muerte nos separó, espero que la eternidad nos reúna de nuevo.
Desde la tierra.

Tu hijo.

Victor Acuna 
Junio/2008

Esta melodía la cantaba Victor todos los años  el Día Del Padre 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario